Media mañana, miro alrededor, busco buenas tetas, un picón, o por lo menos par de patas entaconadas, hago buches con café frío, el peor de todos, no como el de Giuseppe, no como el de mi mamá, no como el de mi mujer, es el de la señora maría y lo hace por un mal sueldo, lo hace por cumplir un horario, por eso, no tiene porque agradarme el sabor. Caras esquivas, galletas duras y cachitos fríos, quién será el primer chicharrón, quién le meterá diente primero.
¡Qué novedad!... el cliente no llega. ¿Cuánto nos cambiarán la vaina?, son dos comerciales, esto puede durar demasiado y hay ganas de ir a piso siete, ese baño es mejor, es más limpio, va poca gente, es más inspirador para la faena, para botarlo todo. Me hablan, me preguntan, me saludan, sonrío, pongo cara de todo bien, de persona buena vibra, feliz…que mojón, estoy a mil kilómetros de aquí, sólo con mi mujer y mi hijo, me gusta mi trabajo, pero realmente odio este momento. Falta poco, pues avisan que el cliente va subiendo, siempre con su tonta asistente, seguramente sabe compensar muy bien en la cama su carencia profesional. Me preparo, respiro profundo, me dan ganas de orinar, una vez más me mentalizo para el show: alegre, con energía, convincente, y si es necesario, de payaso también, todo por miserables 30 segundos que nunca serán suficientes para compensar noches de insomnio, crisis creativas, horas y horas de pensar, estructurar, de convencer, de vender, horas sin compartir con mi gente, con los panas, pero esto es lo que soy, por esto me pagan, y quiero creer que bien.
Entra el cliente, todos saludan, no se nota predispuesto, eso es bueno, y lógico, hemos hablado y discutido esta vaina una y otra vez, todos estamos alineados, ante cualquier duda, pregunta, disparate o burrada soltamos las referencias y que sus ojos lo maten. Me preocupa el casting, sí, filtramos, ya no hay modelitos de mierda, pero el cliché es muy arrecho, por favor que ahora no salga con que tiene un primo o una sobrina con talento histriónico para el comercial.
Vamos bien, vamos bien, hasta ahora lo único rebotado es la casa, y la verdad esa locación no era una vaina de otro mundo. Llevó dos galletas, una chocolate y la otra de vainilla, ninguna me gustó, me viene a la mente mi hijo, su sonrisa, pero aun así no puedo evitar que la cliente me de morbo, y más con 25 días de dieta encima, nada de nada, eso lo chimbo de estar recién parido. Cosa rara, nadie de cuentas ha dicho comentario que abra la octava puerta al infierno, ¡Lo vamos a lograr!, los comerciales pueden quedar arrechos, comienzo a volar…Ojo, Fiap, New York, Cannes, pero sabemos el final, de vaina y un Anda. Epa!!, de que está hablando esta zorra, cómo que no entiende, cómo que eso no fue, el Vp Creativo se levanta, toma la iniciativa y se lanza al ruedo, no me queda de otra, salgo, trato de apoyar, saco fuerzas, ¡son mis hijos coño!, pero sólo logro balbucear tres pendejadas. Salta el director, el productor, la asistonta no sabe que decir, están contra la espada y la pared y antes de cagarla más…aprueban, firmamos lunes y martes. Me voy pa la verga, ya es medio día, hay baja de nicotina y aun me queda pensar cómo los convenceré que hay que echarle cuchillo a casi toda la locución porque arruina la magia del comercial. Despedidas. Cuentas adula al cliente: “Que bella tu hija”… casi doy chance para decir adiós, todas las cosas pendientes explotan en mi mente, y me doy cuenta de que será otra noche larga, que cenaré pizza fría, y que para cuando llegue a casa Dieguito, mi hijo, estará soñado con las maravillosas tetas de su madre.
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